martes, 22 de marzo de 2011

Ámbito cultural
Reportaje/perfil

Foto: Revista Semana










Un camino inesperado

Con el ejemplo de este hombre se validan dos creencias: que el empirismo tiene resultados positivos, y segundo, no todo es lo que aparenta ser. Esa formación empírica en el periodismo  fue un engendro de la fusión de sus estudios de Literatura y Docencia de la Universidad de Los Andes, y su mirada esquiva, seria y tímida no es más que el reflejo de un hombre amable y discreto.

Por: Marcela Ortiz Escobar
Una tarde, un buen colega le dejó una inquietud para que presentara unas pruebas, el aceptó y de allí su incursión a la revista Semana para reemplazar a Maria Mercedez Carranza en la sección de Cultura.  Fue el primer momento importante en su vida profesional, y el primer indicio de querer hacer periodismo cultural. Luego vinieron experiencias que lo enfrentaron con la realidad mediática.


Para Luis Fernando Afanador, el mes de octubre de 1998 fue especial.  El escritor, periodista y dramatujo, José Saramago recién habia recibido el nóbel de literatura y sólo concedió una entrevista para un medio de Latinoamérica. Para la revista Semana.  Luis viajó diez días antes a ciudad de México.  Todos los medios al acecho. Tensión entre la multitud del gremio periodístico.  Saramago ya había dado incontables entrevistas a medios europeos, ergo se encontraba mamado. "Hasta recibí el odio de una muchacha periodista de Costa Rica de la cuál me habia hecho amiga cuando se enteró que solo Semana tenía permiso de hacer la entrevista".

El nóbel, quién decidió a último momento no atender más entrevistas, abrió la puerta de su casa en pijama y con ojeras. Decidió  dejar pasar a Afanador.  "No me sentí idiota. Ese señor le daba valor a todas mis preguntas. Me sentí respetado".

No tan respetado se sintió posteriormente cuando entrevistó a Mario Vargas Llosa.  Sus preguntas no producían sus respuestas y con temor sintió estar sentado al frente d eun primer ministro. "Las preguntas personales no las respondió con simpatía y sólo respondió lo que quizo. El sentía estar sentado desde arriba dando respuestas hacia abajo".

Fue la entrada a la revista Soho lo que no solamente le hizo apasionarse por el periodismo, sino en partícular por la crónica.  'Turista en la noche' escrita para esa revista, fue su primera experiencia como reportero en el 2001. Para ese entonces Luis quizo demostrar cómo se siente Bogotá recorrida por los ojos de un sujeto ajeno a la ciudad.

Aquel español que conoció esa noche de sábado era  anonadado por todo cuánto veía.  Cada casa, objeto hacían representar en el rostro de éste pintor un aire de perplejidad aun teniendo ya la experiencia de haber estado en un país tercermundista. En esos momentos Luis Fernando recreó en su mente la imagen de Bogotá desde los ojos de un extranjero, convirtiéndose el mismo en uno de ellos; siendo entonces su primer reto para Soho. 

Semanas después, un amigo psiquiatra francés,  le presentó a un taxista que hacía recorridos con extranjeros. Emprendida esa noche, empezó a divisar y a recrear en sus notas los paralelos existentes en Bogotá y lo que estaba fuera de lugar, como regionalidades inmersas en la capital; entonces trató de ponerse en los zapatos de un extranjero para poder quedar  maravillado como ese español. 

“Imagínate. Tu estas en la Bogotá urbana y de pronto en la calle 76 te encuentras con una gallera.  Entramos a un pueblo de la costa, a otro mundo”, relataba con tal sorpresa y emoción dándole así validez a todo su trabajo de lector empedernido, quizá teniendo presente el realismo mágico para ofrecerlo al periodismo.

Aunque sus ojos no mutaron ante los sitios de prostitución:   “Encontré mucha retórica, muchos lugares comunes”.   Desde su perspectiva literaria me confesó que los clientes y los curiosos siempre ven máscaras y esas máscaras de la prostitución las hay en todos los lugares, es por ello que dos años después decidió dedicarle una crónica sólo a la prostitución implementando sus toques literarios, Tres prostitutas frente al libro de Gabo.

No es raro ver como Afanador disfruta incluir la literatura a sus personajes  Esa vez se entrevistó con tres prostitutas y con su habitual humor intelectual que solo deja ver cuando está en confianza  y con su calidez humana, decidió que debía darles a leer a las niñas Memorias de mis putas tristes de Gabo.  Luego de leer el libro quiso llevarlas a un restaurante y así formar una especie de tertulia. En ese contexto Luis sintió que tuvo un contacto más humano y verdadero con aquellas niñas, aunque no deja de producir gracia  la manera en la que expresó que ellas estaban aptas para leer libros:   “pero se las di a leer a esas como de…esas como de un nivel más alto, ¿si? Ellas me dijeron lo que pensaban y entonces fue bonito”.  

En otra ocasión, para finales del 2005, su sensibilidad se postró en una crónica del entierro de un joven arquitecto de una familia de gente de clase alta en jardines de Paz al norte de Bogotá. El fotógrafo logró camuflarse muy bien en la situación, pero Luis Fernando no. Vale aclarar que Luis es poeta, y un poeta que recita sus versos dependiendo el contexto, y de su público.  Ese día habrá recitado más de un poema trágico en su cabeza, para un muerto desconocido:   “Horrible, yo me sentí como un espía. Me sentí entrometido en algo que no era lo mío”.

Para  el 17avo Festival de Poesía Internacional de Bogotá, el escenario lo puso nervioso.  Mucho poeta reconocido y sus compañeros panelistas, poetas mexicanos de alto nivel lo hicieron sentirse ansioso.  Decidió no ser condescendiente e irse por una línea más ambiciosa.  Abrió con un poema nombrado Arte poética.  

Arte poética es algo metareflexivo. ¿Para qué hacer poesía. ¿Cuál es el sentido? El público tenía un nivel para esos poemas.  Mi apuesta es a que cada poema tiene que vivir solo.  Para algunos contextos el amor en la poesía es una cosa menos intelectual”. 



MOE-  Mayo 27 de 2009 Universidad Externado de Colombia
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