martes, 10 de mayo de 2016

Joyas inconclusas de Gabo


Uno de los cuentos que García Marquéz no logró construir fue el del hombre que se perdía en los sueños. En una de sus columnas de El Espectador, 'El mar de mis cuentos perdidos', hace un resumen de la fascinante historia que me hizo añorar que la hubiese logrado, y si alguna vez se me da, me gustaría soñar con el cuento culminado preferiblemente sin tener la suerte del personaje.

El hombre sueña que duerme en un cuarto igual a su cuarto de la realidad. En ese segundo sueño el hombre sueña que duerme en otro cuarto idéntico al de la realidad, es decir, un tercer sueño. El despertador suena en la realidad y empieza a despertar, pero para lograrlo del todo debía hacerlo del tercer sueño al segundo y así. Lo hizo tan cautelosamente que cuando despertó en la realidad, el despertador ya había dejado de sonar.

El hombre no se convenció de que aquella era la realidad porque su cuarto era una reproducción idéntica en todos. Atemorizado y dudoso se durmió para volver al segundo sueño y buscar rastros de realidad. Todavía sin convencerse se durmió en ese segundo sueño para buscar la realidad en el tercero, en el cuarto, en el quinto y así sucesivamente el hombre empieza a extraviarse. Con la angustia de querer despertar realmente, como una parálisis de sueño, pienso, probó el recorrido de adelante hacia atrás pasando sin percatarse por al lado de la realidad, durmiendo eternamente hasta despedirse de ella.

¿En algún punto el hombre habrá recordado cuál era la realidad y quiso regresar sin éxito? ¿esa posible realidad habría sido alguna en la que reinó el ruido del despertador o por el contrario, el silencio? ¿Cómo pretendía buscar la realidad en el lugar de los sueños? Puede que su búsqueda angustiosa jamás haya encontrado certezas. En ese punto el encuentro con la muerte es problemático y engañoso.

La manera como imaginé esa realidad fue triste...Tan transparentosa es a veces que ni una persona obsesionada por estar en ella la puede ver, o posiblemente Gabo ubicó la realidad tan visiblemente que era imposible que el personaje fuera consciente de ella.  El hombre entonces, puede que no se haya extraviado de sueño a sueño en orden. Puede que incluso se haya extraviado en un mismo sueño o en la misma realidad.


Pensé en Einstein y sus curvas. En la redondez del universo y en la inconclusa idea de los viajes astrales que posiblemente se desenvuelvan también en esas curvaturas producidas hasta por el chicle que escupimos en el piso, por el mismo peso de nuestra existencia. La misma gravedad lo devolvió a la certeza del no retorno, es decir, la muerte, pero para llegar a ella tuvo que encontrarse cara a cara con el universo, con el tiempo, con sus paradojas.