martes, 3 de octubre de 2017

Me gustan las fotocopias



"....para que haya ausencia para la psiquis, es forzoso que sea la psiquis la que da existencia a algo -la representación- y que la psiquis pueda dar existencia a algo en calidad de "ausente", lo cual implica a la vez que la psiquis sea capaz de postular como existente lo que no es...." (Castoriadis, 1993, 2:205)





miércoles, 23 de agosto de 2017

La soledad de la salud mental


El celador del edificio me indicó que tenía que comprar el bono a una cuadra de allí. Salí de afán sin haber llegado tarde. Mi pie derecho se metió bruscamente en un hueco de una calle destapada lleno de agua negra. Le eché la culpa a Carolina porque me comió la concha y me besó sin sentir nada por mí y yo todo por ella. ¿Afán de cumplir con una cita o afán de no sentir dolor?. Pagué el bono y me devolví observando un asadero seguido de otro, con pollos cuyas piernas parecían glúteos humanos en lecho de muerte. 


El agua dentro de mi zapato me había descolocado de la idea romántica de la psiquiatría; un Lacan que habla del estadio del espejo o una sesión de regresión en sofá de cuero mientras se descubren cosas reveladoras del inconsciente. Recordé mis primeras citas al psicólogo cuando tenía ocho años. En las sesiones que, iban a resolver problemas "preocupantes" como: timidez, desinterés por hacer los ejercicios de clases, convencerlas de buscar esqueletos con "mapas" que yo diseñaba, me resultaba enfocando más bien en esperar a que mi papá me recogiera para convencerlo que me comprara el chicle Bubble Tape en forma de cinta sabor a uva que costaba 800 pesos. Y así, con esos deseos de comer productos que se asomaron en aras de apertura económica, evadir el hecho de que todo conmigo estaba "mal" solo por querer imitar capítulos de Scooby Doo. 

 Ya cuando esa inocencia cobró forma de dependencia con el alcohol y pérdida de fe en la vida, contacté a un tipo que tenía su oficina en la 85 con autopista, la cual estaba decorada con velas de colores, inciensos y espejos pequeños en la pared en forma de sol tipo horóscopo. Según él, si el paciente hablaba con confianza, no había necesidad de "extender" a más de cinco minutos las sesiones. Entonces las terapias resultaban siendo monólogos afanados interrumpidos por un par de preguntas parecidas a las que hacen los amigos. Al final me “obsequiaba” tarritos con agua sacada de volcanes para la canalización de energías. Me despedía sin haber entendido los ejercicios empíricos mientras sacaba los muchos tantos billetes de $20.000 pesos para pagar la consulta a su secretaria. 

Pero de nuevo, estaba a punto de entrar a otra consulta de psiquiatría, esta vez por seguridad social en la Unidad Salud Mental de la calle 166 con cra 22. Me senté en la sala de espera en compañía de otros pacientes de diversas edades cuyos silencios eran ensordecedores. Personas mayores, desorientadas, que desconfiando del megáfono o de las voces de los llamados, se levantaban sigilosos a fisgonear los consultorios pese a que la recepcionista les recordaba la hora de sus citas. Una mujer de mediana edad se balanceaba para acomodarse en la silla setentera de pasta blanca percudida. Me veía a mí misma ridícula pero maltratada, entonces ratificaba que era necesario estar allí. 

Un señor dobló delicada y ordenadamente un periódico El Tiempo para leer un artículo específico. La mujer que lo acompañaba le aconsejaba: "Mauricio...Hágame caso ola! ¿usted sí le dijo al doctor lo de la otra vez? lo de la tembladera? mire que entonces para qué venimos aquí...Aghh no...¿Se tomó las vitaminas? ahí las dejé en la mesa de la sala…Mauricio?". Pero el hombre continuaba leyendo el artículo como si se tratara de un secreto de estado o de un secreto familiar estremecedor. 

Un grito repentino y firme me hizo saltar; un niño de unos doce años pronunció una palabra incomprensible alargando todas las vocales. Su madre en silencio, solo lanzó una tímida y fugaz mirada a las demás personas, como avergonzándose de una situación que no tenía remedio. Una niña de unos diez años se inclinó para observar al chico con atención, como si estuviera mirando un afiche informativo. Una mujer y un muchacho entraron al edificio en dirección a la recepcionista. Mientras que la mujer le peguntaba algo a la joven, el muchacho empezó a mover la cabeza en señal de negación: "No, no...no! Por favor perdóneme, perdóneme en serio! Se lo pido…", "Rodrigo, tranquilo", le dijo la recepcionista. El joven tenía los ojos muy abiertos como si viera aproximarse una desgracia. Iba de aquí para allá, mirando hacia los consultorios, metiéndose y sacándose las manos de los bolsillos, siempre alerta. Su madre sacaba papeles de su bolso mientras se los entregaba a la recepcionista y esta le respondía: "Clozapina, sí, yo me acuerdo que la doctora cambió la dosis. Si quieren siéntense y esperen a la doctora y le comentan la cuestión". 

Imaginé la constante amenaza que protagonizaba la vida de Rodrigo ¿Cómo se puede vivir de tal forma en la que desde que uno se despierta hasta que se duerme, siente una sombra detrás con el deseo de hacer daño? Rodrigo continúa inclinándose para adelante y para atrás en la silla que ocupaba escasos segundos. El hombre del periódico seguía sumergido en su lectura y la mujer que lo acompañaba se había resignado con los regaños. Ambos sin aparente interés por la situación de Rodrigo. De nuevo se puso de pie bruscamente y se dirigió hacia la recepción: "¿¿Qué me van a hacer??, ¿¿qué me van a hacer??". La recepcionista le recordó lo sucedido en la sesión anterior con un tono de voz suave: "Rodrigo, fuera que yo no lo conociera...Viera cómo le dejó la manita a la doctora...", "No, mire que yo no sabía...Mire, la policía, se lo suplico, discúlpeme. Pero dígame la verdad, ¿qué me van a hacer?", "Noo, no va a haber policía. Rodrigo usted tiene que entender que a la gente no se le trata así...". Su madre, quien le hacía escasos y resignados llamados de atención a su hijo, solo se enfocaba en hacerle preguntas de tipo burocrático a la recepcionista y esta contestaba al tiempo que trataba de controlar a Rodrigo: "Ahí ya tendría que comentarle a la doctora lo de la Clozapina, para ver si autoriza ese examen". El muchacho de aquí para allá le hizo otra pregunta: "¿Qué van a decir en la sede administrativa??, ¿qué me van a hacer??"

Un vendedor de piña y chontaduros con la camiseta de la selección Colombia, pasó con su carreta afuera mirando hacia el recinto de la eps: "fresca la piña, a buen precio, aproveche que está bien jugosita. Aproveche, acérquese y pruébela…", la voz del megáfono se iba desvaneciendo como un eco en la distancia, y la sala de espera, que guardaba sepulcral silencio, volvía a escuchar: "¿qué me van a hacer?....". Pude notar que esa pregunta que repitió unas diez veces la pronunció con una entonación que daba la sensación de ser la primera vez que la formulaba. Como si el mismo olvidara el sentimiento anterior y fuera un constante reset para volver a tener el mismo sentimiento, como si no existirá la memoria. “Marcela Ortiz, consultorio 201. Marcela Ortiz consultorio 201”.

jueves, 25 de mayo de 2017

IBM PS/2 55SX (USA 1989)




Else Marie Pade, de las primeras compositoras de música electrónica. Se sentaba a atravesar el desierto de los plásticos y metales, donde muchos caen y mueren, y llegaba al corazón de éstos...

IBM PS/2 55SX (USA 1989)

Recuerdo que había un país, y que lo habitaba en un territorio que se fragmentaba.  La única ayuda para llegar a donde estaba el molde femenino aislado y solitario, delicado, el "otro" género tejido en pixeles, eran las frívolas instrucciones con las que no podía dialogar, las que surgían de ese cuadrante negro de DOS, sin personas pendientes de mi pregunta.  

Ahí estaba yo, sabiendo que algo tenía que buscar, con abismos, muertes que tenían derecho a volver a la vida con condiciones y  con un mecanismo de la realidad, el único que podía ofrecer, que constaba en la presión de los dedos en las teclas para no sentenciar esa vida minúscula que habitaba en ese país.  Al lado mio todo estaba bien, pero yo debía caminar por los colores primarios mediante una caracterización conmovedora del hombresito, en el cual inevitablemente encontraba un reflejo, una humanización necesaria e inevitable. Eso era lo mínimo para vivir esos territorios fragmentados.  Luego venía la hora del almuerzo, la hora de abrazar a mis papás, y todo estaba bien. 



Los mundos existen entre si sin tocarse, por eso no puedo dialogar con el aparato esperando a que se vaya y que responda por mi vida. Nunca dialogan con lo que nos ha hecho desplazarnos y humanizar las figuras y los colores. Reclaman porque quizá no han entendido nada. Mueren muchos de sed en la carcasa, en el plástico. Creen que las extensiones de nuestros sueños son espejismos que nos desvían de nuestro desarrollo humano.

En 1992 también me dijeron que me saliera del pc, que mis ojos se iban a irritar y que la comida se iba a enfriar. Quisiera saber entonces, ¿por qué los que creen amar y respetar la vida y la educación no han mirado hacia atrás?  Es la historia del niño, la de ser niño. Mirar atrás involucra mirar al niño. Podríamos hablar de generaciones pero da la misma, toda ilusión se genera en un núcleo, desde un objeto de deseo, y eso involucra al niño, porque él es el único que sabe que los mundos existen sin tocarse. 





lunes, 27 de febrero de 2017

Nota sobre la memoria y el testimonio

Uno de los aspectos más interesantes en el campo de la comunicación son los discursos:  qué nombramos, cómo identificamos lo que nombramos, cómo lo nombramos, qué escuchamos, qué oímos y cómo interpretamos mediáticamente experiencias de otros o las propias.  No vislumbro el suceso en el objeto que lo representa, sino en su construcción.

Hace unos días encontré un artículo del historiador y musicólogo italiano Alessandro Portelli ¿Historia oral?Historia y memoria: la muerte de Luigi Trastulli  que analiza la muerte de un obrero a manos de la policía en Terni, camino a una protesta contra la O.T.A.N (1949). La finalidad de su investigación es descubrir principalmente mediante testimonios orales, las claves y maneras de proceder de la colectividad obrera que asignan a este suceso procesos articulados de interpretación. . La memoria, de larga duración, actúa constantemente sobre un hecho que ocurrió durante menos de media hora. 

Lo que consideramos testimonios falsos, el autor los considera claves en la caracterización y análisis de la oralidad: "El episodio es particularmente significativo no sólo por su aspecto trágico, sino también sobre todo, porque constituye el terreno sobre el que la memoria colectiva conserva una singular convergencia de relatos equivocados, intervenciones, leyendas que van desde reconstrucciones imaginarias de la dinámica del acontecimiento, hasta la traslación del mismo de un contexto histórico a otro.." .

La noción de memoria lleva a pensar el testimonio no como una información que se cataloga como falsa o verdadera, nociva o benigna sino como constitutiva de la cultura, y que encamina a interpretar ampliamente la realidad. El testimonio no puede ser un dato, sino un sentimiento que se alimenta de símbolos que están adheridos al contexto del suceso. Como comunicadores, periodistas y antropólogos, ¿cómo nos enfrentamos a las palabras?

Incorporando este texto a mi futura tesis, me mantengo en  en la motivación principal: no quiero saber si hubo un ovni en el cielo, quiero acercarme a quienes afirman haberlo visto y a su contexto comunicativo.