jueves, 15 de marzo de 2012

Catorce años metida en internet


Opinión

Ese día de 1999 le pedí $10.000 pesos a mi papá. Quería proseguir con lo que empecé en StarMedia, pero esta vez, aparte de seguir hablando con gente de otros países y llamarlos a escondidas a sus teléfonos fijos desde mi casa (para comprobar que eran reales), quería explorar las otras posibilidades que ofrecían las páginas con Chat.

En Hacienda Santa Bárbara, cerca a la plazoleta de comidas, quedaba uno de los primeros café internet que conocí. En la puerta estaba el letrerito “10.000 pesos hora, 5.000 pesos 1/2 hora'. Por esas épocas, MTV era mi compinche de la casa (cuando veía videos musicales, no realities) y siempre esperaba a que transmitieran el comercial de loquesea.com, web venezolana fundada en 1997.

Para comprender por qué sentía tanto apasionamiento por un unas palabras en amarillo sin que el comercial nunca me haya dejado claro el propósito de la página, empecé a pensar por estos días en las épocas en las que veía dibujos animados. La experiencia con la televisión fue sencilla para mi, ya que me limitaba a recibir o a consumir imágenes de manera unidireccional. Los códigos que tenia que manejar para comprender los programas se descifraban con solo observar sin hacerse preguntas al respecto.

Con la pantalla de el computador esa tarde en Hacienda, traté de descifrar la barra buscadora sin ningún éxito, ya que no bastaba con reconocerla, sino que había que ubicar con exactitud los puntos y entender que las palabras sin espacio entre si eran una regla de internet. Me fue más extraño aun comprender que el arroba se trataba de una cuenta personal para acceder a una página que manejara correo y cuáles eran los lugares que necesitaban ser buscados a partir de www.. Pero, una vez logré ingresar a loquesea.com, duré otros veinte minutos en comprender la diferencia entre Nombre de usuario y el correo electrónico. Una vez comprendido, no pude registrarme porque no entendía los pasos. Esos espacios en blanco me estaban produciendo una incertidumbre que lo que generaba no era cansancio y deseos de irse, sino que me generaba más y más apego ante un escenario imposible para mi mente.

Con la pantalla haciendo la cuenta regresiva de los minutos, ya había empezado a experimentar la paradoja del internet en esa época, estaba sola tratando de comprender algo creado por gente y visitado y alimentado por gente pero sin que se pudiera ver ni mucho menos tocar a esa gente, ni pedirles ayuda. No cuestioné la ausencia física de las personas pero subestimé mis capacidades sin antes comprender de qué se trataba todo esa plataforma.

No podemos decir que entonces pasaba lo mismo con el teléfono donde no había presencia corporal. Para mi concepción, las charlas por teléfono eran para hacer un balance de lo que pasó ese día o el día anterior o para planear o para acordar encuentros. Adicional a lo anterior, era un recurso que usábamos cuando en esos momentos no cabía la posibilidad de verse con el otro y si se trataba de las tragas que uno tenia, que usaban el teléfono para no poner la cara, igual sabían que tarde o temprano tenían que ponernos la cara porque no había de otra.

Cuando a mi me hablaban de acceder a un lugar, sabia que lo que había que hacer era entrar por una puerta o lo que se le pareciera y ser participe directa o indirectamente de lo que ofrecía el lugar. Las puertas de una página web no estaban en la pantalla como tal, estaban en la información, concepto entendido como suma de datos para llevar a otros “lugares” en el espacio virtual.

Entregué el billete de 10.000 pesos sin haber pronunciado en toda la hora palabra alguna con los dueños del local, ni siquiera para pedir ayuda. Creo que mi vergüenza y temor significaban sólo una cosa: que había disposición para pertenecer a una vida que me daría la oportunidad de extender a la realidad mis deseos inmediatos sin tener que pasar por el contacto físico inicial, ni tener que adiestrar el lenguaje corporal, las energías y el sonido de las palabras para agradarle a alguien. Internet no se trataba de otro pasatiempo más, se trató de la llegada de otro mundo. Creo que nadie estaba preparado para eso ni para sus efectos.